Me comprometí con mis fieles seguidores a ofrecerles una exclusiva: hace pocos días G. (varias veces aludido) se ofrecía a demostrar aquí que tenía lo que hay que tener (entre otras cosas: valor, sentido del honor, experiencia, solvencia y... algo más de fortuna que yo; esta vez sin duda). Su experiencia, como ya he dicho, es bastante elocuente. Hela aquí:
"Soy G., amigo y fiel testigo de que torres más altas han caído. Mi historia con las oposiciones es espectacular. He sufrido muchos y lamentables avatares durante cerca de diez años, pero no voy a aburriros contándolos todos; me referiré, exclusivamente, a los perpetrados desde hace dos años; creo que esos sí merecen, por sangrantes, ser contados. Entonces decidí presentar una programación hecha por mí, desde la primera a la última letra. Me llevó mucho tiempo, muchísimo esfuerzo, fue un laborioso ejercicio de encajar mi práctica educativa con la ley, con las exigencias de las bases de la convocatoria. De enorme exigencia, ya que trataba de ser creativo pero real; convincente y poco convencional, aunque fiable. Creo que quedó bastante curiosa. No parecía una programación al uso pero contenía el currículo oportuno. Y como no soy idiota, se la di a leer y a corregir a distintas personas: jefes de departamento, directores de plan lector, catedráticos, y compañeros con años de experiencia y reconocido prestigio profesional. Llegó la hora de defenderla ante el tribunal, y sigo pensando que no lo hice mal (conociendo como conocía mi programación). Cuando no me vi en la lista de aprobados (con un padre mayor y muy enfermo y unos hijos sanos pero curiosos, todos expectantes) la decepción fue tremenda. Pero cuando solicité la nota casi me muero: me habían puesto dos ceros, uno en la programación y otro en la unidad didáctica. Muy por debajo de aquellos que las habían fusilado de, por ejemplo, Extremadura. Ceros que yo jamás había puesto, jamás, ni al peor de mis alumnos. Me quedé muy mal. Sin explicaciones. Sin consuelo.
Dos años después, perdida toda la ilusión -y toda la energía-, y con la única intención de no tomarme ninguna molestia, presenté de nuevo la misma programación, las mismas unidades didácticas. La defensa fue más o menos parecida (uno a estas edades no cambia tanto). Pues bien: con mi padre muerto y mis hijos un poco más crecidos, me pusieron un siete y logré una plaza.
No logro olvidar el agravio, y tengo la seguridad de que aquellos que me jodieron, tendrán, tarde o temprano que escucharme. Y avergonzarse. Pero también habla de la justicia, de la ecuanimidad, de la objetividad, de la humanidad.
Si éste blog tiene éxito publicaré todos los documentos que demuestren, punto por punto, lo que aquí he dicho. También daré los nombres de aquellos que me juzgaron, sobre todo para que ellos mismos pasen a la posteridad por su ignonimia, su oprobio, su mezquindad. Un saludo para todos. G.".
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