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Tengo un "público". No sé lo que leen, ni siquiera si lo hacen. No sé qué buscan, ni de dónde vienen, ni tampoco a dónde van; no conmigo... Y a excepción de mis verdaderos "fieles" y amigos colegas (algunos ya resignados a mi "Gran Equivocación"), puede que un número significativo de entre ellos no sea más que un puñado de "intrusos": curiosos; tal vez cotillas... Os daré hoy, también, algo... Heme aquí, pues: ¿resignado?... Uno más entre cientos, ¿no es así?. Afortunado, incluso (por lo tanto, fracción de una "élite"). Me planteo a veces lo que he estado haciendo: ¡incomodar!, dice mi "motto". Soy consciente de mi precariedad insólita (de verdad lo es: lo entenderías si me conocieras), del pequeño revuelo que causaría mi caída; ya no importa la justicia o la injusticia de esto: la de mi (presunta) insignificancia o la del ser humano que se "adapta" a la imposición sin rechistar. Se aceptan las "reglas del juego" (viciado), y punto: y es que se precisa una mayoría de perdedores, sin la que la minoría no tendría razón de ser... Ahora comprendo el sentido de algunas "pequeñas revoluciones" (sobre todo, en unos tiempos mezquinos en los que las revoluciones ya no existen): las de los colegas que leen el "Marca" frente a un Tribunal, con un par... ¡Yo lo haría!... si me interesase el "Marca". A lo mejor llevo el "Quijote", que, por cierto, aun no he empezado...
Pero lo más triste de mi "revolución", amigos y cotillas, es que no se llevará a cabo: que acataré someterme al juicio (suyo); eso es: sin rechistar; varias veces. Abocado al fracaso y al ningunéo; de nuevo: sin el "Marca" y sin molinos... Estrellado contra mi propia esperanza, que gira y gira, tratando de "agradar", estúpida, triturando y engullendo los años con sus enormes dientes (¿o son muelas?) en forma de aspa(viento). Absurda esperanza que se basa en nada: sólo en trabajo y en estudio... ¡Total, NADA!... Por eso la quiero dejar sin dientes y sin muelas: para que no me triture en vano; sin argumentos y sin hambre: tan sólo indiferente... Entendedme: es la derrota de un "vencedor"; la de un ser digno que se expresa y no calla. Me pregunto cuántos podréis decir lo mismo.
Ahora, con vuestro permiso (o sin él), me dedicaré al placer de mi magisterio; al del revoloteo en torno a la vida y la enseñanza (casi como un juego). Por lo tanto, empeñado en otras formas de esperanza: con menos RETÓRICA auto-ensimismada, pero mucho MÁS REALES; sin "cursos de prácticas" ni charlas de advertencia de "los más sabios entre los sabios" (el Santo Oficio); sin "concursos" ni "altas dignidades"; sin privilegios ni opciones: ricas migajas, mucho mejores que nada... Hasta cuando los que marcan las pautas y el futuro de los "prescindibles" (y, además, gandules) me lo permitan.
