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Soy de Santander. Los de aquí -amigos, enemigos e indiferentes- ya lo sabéis. A lo mejor también sabéis que vivo en el mero arranque de la calle del Cardenal Cisneros. Eso está a poco más de cien metros del Ayuntamiento de la ciudad (doy estos detalles para que, los que no sois de la capital de Cantabria, os hagáis una composición de lugar).
Hoy es 29 de febrero: apenas a doscientos metros de mi casa, discurre ruidosa una manifestación que, en términos relativos correspondientes a Santander, se puede describir como multitudinaria (ni aun así será vista o descrita por los medios y televisiones nacionales, que apenas nos sacan para decir que está lloviendo... o nevando; pero ésa es otra historia).
Os seré franco: de una forma muy extraña y desilusionada, me siento algo ajeno a esa muchedumbre de gente asustada e indignada; acaso tan desilusionada como yo... que lo estoy, tal vez (esto es), por distintos motivos; no digo "mejores": tan solo distintos. No os puedo dar más detalles sobre este vertiginoso y triste "desafecto", ya que ni yo lo entiendo del todo; aun... Sé que algunos podrían estar a punto de tomar decisiones con efectos ruinosos en mi propia vida y en la de miles como yo... Ni aun así, me "acerco" a todo esto: a este desastre, del que tampoco me siento, en absoluto, responsable; ni siquiera en términos "relativos". Lamento que algunos puedan interpretar mi postura (ya estoy acostumbrado) como "falta de humildad": no es tan sencillo.
Ha ocurrido algo mientras tanto. Es importante recordar las coordenadas urbanas que os he dado al inicio de este "retazo de vida". Para mis paisanos es fácil de entender... Cisneros, mi calle "de toda la vida", circula en una sola dirección; es una vía vetusta, desvencijada, descuidada (por las autoridades municipales) y más bien estrecha. SIEMPRE ha sido así... Lo que os quería contar es que he sido testigo de las consecuencias del atasco que, inevitablemente, se ha montado en mi sufrida calle: una ambulancia ha pretendido, en vano, acudir con rapidez a un aviso; tal vez llevaba en su interior a un herido o un moribundo... Todo ello se ha visto agravado por un semáforo que se cierra DURANTE DEMASIADO TIEMPO, en una calle tan transitada como lo es Cisneros. Cualquiera de nosotros podría haber estado dentro de esa ambulancia, ¿verdad?...
Y me pregunto: ¿de cuántos "daños colaterales" más vamos a tener que ser testigos?; ¿cuántos y gravísimos perjuicios deberemos soportar a partir de ahora?; ¿a cuántos seres queridos e inocentes deberá afectar la precariedad y la conflictividad social?; ¿a cuántos de nosotros?... Y como ya me he preguntado antes: ¿hasta qué punto puede estirarse una cuerda antes de que se rompa?...
Puede que se me reproche este discurso "derrotista" y "famélico", en absoluto luminoso. Acaso se me recuerde que, al menos, hay una ambulancia: con equipo operativo y suficiente, y con personal preparado y competente (¿hasta cuándo?). Eso es como recordarle al padre de familia, despedido y sin ninguna esperanza ya, que, al menos, ha podido trabajar durante quince, veinte o treinta años, y que cuenta con el "paro" y una indemnización "justa"... O como decirle a la familia del posible fallecido en esa ambulancia que, "al menos", lo intentaron...
¿Os dais cuenta del tamaño gigantesco de esta burla, del de esta estafa universal y grotesca de la que estamos siendo víctimas la mayoría de nosotros?... De momento, no puedo añadir más; aunque, por supuesto, he podido ver, sentir y presentir muchas más cosas por las calles de mi ciudad, arruinada y tensa. Gracias a TODOS los que lo habéis hecho posible: espero que se os "recompense", con mesura y justicia, a su debido tiempo.
