MELODRAMAS (Si yo fuera funcionario)

NOTA: Se debe tener en cuenta que ésta es la última entrada. Por lo tanto, si se desea conocer la verdadera secuencia de este BLOG, habrá que acudir, primero, a las entradas más antiguas -la primera es del día 1 de septiembre de 2010. 
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Corrían los años 1999, 2000, 2001... Me veo aun contando las pesetas y los "duros" antes de entrar a un supermercado para comprar leche, pan, un poco de pechuga de pavo, pollo, patatas, huevos... pañales. A veces no llegaba para todo, y debía escoger, renunciar a algo... La mayoría de los meses (sobre todo desde que los dos nos quedamos en la calle, apenas sobreviviendo gracias al "paro" y a ocasionales trabajos en una tienda de discos) los últimos días se hacían muy largos, casi al borde de la miseria absoluta... Aun me conmueve recordar, por cierto, la generosidad de P. -un viejo amigo de la familia-, quien me ofrecía un billete de 2.000 pesetas alguna vez, ¡cuando 2000 pesetas eran algo, y no, como ahora, 12€!... Creo que no se lo he agradecido lo bastante aun al viejo P.... Con esa cantidad, mi familia podía tirar hasta una semana.
    Se nos olvida todo muy rápido: a mí no tanto. Mi presunción tiene su razón de ser, pues apenas recuerdo un sólo periodo prolongado y significativo de mi vida que no fuera así; o peor... a excepción de estos últimos diez años, en los que he contado con un trabajo digno, enriquecedor y bastante bien remunerado: y es que durante ya algo más de una década he sido PROFESOR.
    Bien... Si yo fuera funcionario (entiéndase: uno de verdad, completo, incondicional y "de carrera"), estaría preocupado. De hecho, lo estoy, pero es que mi "forma de vivir" ha sido y es la PREOCUPACIÓN PERMANENTE: me he criado en la precariedad, he vivido en la angustia y la incertidumbre crónicas... A mí ya casi nada me pilla por sorpresa. Reconozco que si no he vivido nunca un DESASTRE ABSOLUTO y sin remisión es porque me han respaldado la familia (mis abuelos, sobre todo) y hasta una cierta... ¿suerte?: increíble, pero cierto. Por así decirlo, he vivido ahogado, cogido por el cuello, pero nunca he fallecido (no del todo).  
    Decía que, si yo fuera funcionario (que no lo soy; que no me dejan acabar de serlo), estaría perturbado: y es que me estarían echando en cara el "privilegio" de serlo; me estarían recordando que "Papá Estado" me ha concedido una gracia infinita, que ahora se quiere cobrar, pues no le salen las cuentas (como si te hubieran metido a "chupar del bote" otros, hace tiempo, mas sin criterio ni prudencia). Y, puesto que no tiene de dónde sacar, "Papá Estado" te lo quita a ti (por supuesto, sin pedirte permiso), que eres responsable y solidario... ¡Un servidor público, nada menos!... Claro que eso es lo de menos: los funcionarios también tenéis parientes, amigos, vecinos, alumnos o pacientes... ¡Hasta gastos y familia tenéis! Habéis cometido la osadía de vivir: de consumir, de hacer planes, de endeudaros y hasta de "existir por encima de vuestras posibilidades"... Pero, insisto: eso no es lo peor, porque todos sois testigos del mundo a vuestro alrededor, de cómo se derrumba; de las renuncias que se os fuerza a hacer, de la merma sufrida por vuestra calidad de vida... siquiera porque la de los otros (la de algunos de ellos sí que es terrible, irremisible) TAMBIÉN os toca y os afecta.
    Si yo fuera funcionario (que no lo soy, pues la interinidad es una prórroga humillante, una precariedad "sine die", una forma tullida y eternamente pospuesta de ser funcionario), estaría abrumado por la miseria galopante, la injusticia desbordante, por la decadencia lanzada sobre vosotros (sobre todos) con la "sordina" sobreentendida de la culpa: por la miseria paulatina, acolchada con "coartadas" muy serias y muy "sensatas"... 
    Si yo fuera funcionario (cosa que ya descarto, ¡más que nunca lo descarto!), me sentiría aterrorizado ante la posibilidad de estar algún día frente a un supermercado (un "chino", más bien) contando los céntimos: renunciando, descartando, renunciando, descontando... y así cada día, un poquito más, y otro poquito más, y otro poquito... El único consuelo que os quedaría es que los demás ya estarán lejos, o arruinados, o muertos... 
    ¡Por el bien común, así sea! ¡Por los razonables sacrificios, que algún día se habrán de ver (re)compensados, amén!: descontar, renunciar, descartar, recortar, suprimir, desfallecer, dejar de soñar... ¡Ah, y no se os ocurra poneros enfermos, que ése es un "lujo" ya sólo al alcance de los ricos!... o de los muy pobres. Aunque, al fin y al cabo, en cien años, todos calvos; ¿verdad?...