Por lo que a este texto respecta, nada que añadir; nada que corregir: confirmado. Pero aclaro: las justificaciones brillaron por su ausencia.
Es lo que la infalibilidad soberana tiene: esa cosa que se le va pegando a uno, poco a poco, casi sin darse cuenta (efecto indudable del RESPETO: del propio y del ajeno), tras unos pocos años (¿o apenas meses?) de trabajar tranquilo -¡ya, por fin!-, a gusto, sin angustia, sin preocuparte de otra cosa que de preparar bien tus clases: del trabajo para todo el año o por trimestres; ocupado en formarte, en innovar, en probar cosas diferentes... Supongo, en efecto, que tras apenas dos años así (a las pruebas me remito: lo he visto en algún Tribunal), uno ya se ve investido, ungido por una suprema cualidad que, en no escasa medida, ¡te concede la mera suerte!... ¿La llamamos "sexto sentido" o "sublime perspicacia"?... Pensadlo: ¡sólo hora y media de "gloria"!; frente a cuatro, nueve, catorce, ¡dieciocho años de experiencia en las aulas!...
Claro que, ¿de qué se trató primero?: ¿de huevo o de gallina?... "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo"... "Decidme que cave un hoyo, y sólo me hundiré, cada día más"... Lo que quiero decir, lo que me cuestiono es: ¿estoy al borde de mi "límite de resistencia" porque ni soy (ni he sido nunca) resistente; o no soy capaz de resistir (por lo tanto: de CRECER) porque me están pisando el cuello, atando las manos, amordazándome, agotando mi tiempo?... ¿Me siento como un auténtico fracasado por poseer esta naturaleza, innata, intrínseca, ontológica (ratificada así, certificada, con insistencia casi obcecada); o he llegado a este punto al cabo de una peripecia vital desafortunada y manifiestamente injusta?... ¿Prevalece mi YO (fracasado) o se imponen mis CIRCUNSTANCIAS (desmoralizadoras)?.
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Me dicen a menudo: "¡Elévate por encima de ellos! ¡Demuéstrales que sabes volar!" (sólo un inciso: cada vez que escribo, lo hago; con contundencia). "¡Ponte, al menos, a su altura y míralos de frente, a la cara!"... Pero, ¡es tan difícil volar, cuando te están aplastando, quebrando las alas, y te falta el aire!...
Por tanto: dividido. Y es que, por un lado, se me reconoce una valía, un mérito (supongo que implícitos y explícitos); por otro, se certifica y ratifica una calificación infame (sin justificación ni documentación alguna, ya que, al parecer, la unanimidad es prueba de cargo suficiente).
Por un lado se alude a una muy sólida lista o referencia de criterios (que ha sido la base para una meditadísima y muy fundamentada fulminación); mas, por otro, se le quita hierro al asunto, asegurando que las oposiciones son injustas, ingratas: reflejos deformados de una realidad mucho más compleja; un terreno en que el azar y los caprichos del destino campan a sus anchas, cual hienas en la sabana (Llama la atención la convicción que se pone en destacar y defender la precisión y honestidad de los supuestos criterios, al tiempo que se sugiere que el factor humano no es infalible, y que la suerte juega su voluble papel).
Si consideramos las primeras partes de ambas proposiciones adversativas, entonces parece razonable que se me inste a no claudicar; a descartar que un profesional interino, como yo, deba tirar la toalla, por muchos mensajes negativos que reciba a lo largo de su carrera profesional. ¡Que no cunda el desaliento! (será de gran ayuda, por cierto, averiguar en qué consisten tales criterios, exactamente).
De las segundas partículas proposicionales -que casi nunca fueron buenas- se obtienen muy diferentes sensaciones: los colegas no te han considerado NUNCA lo bastante digno de su talla (ésa es una), y ¡si he de confiar en las cartas de una baraja, en la "mano" que nos depare el lance! (ésta es la otra)... El juego es, por lo que veo -a pesar de que lo detesto; o por ello, precisamente-, mi perdición.
Que nuestras vidas se jueguen en una mesa de dados, me escandaliza. Que se me juzgue como absoluto incompetente (¡no, si ya sé que no lo soy!; pero mi opinión es totalmente IRRELEVANTE, ¿no es cierto?), me indigna, me duele y me afecta, de tal forma, que no sé si alguien sería capaz de entenderlo ni leyendo las cincuenta y tantas entradas de este BLOG hasta hoy... Aunque los que pasan por esto tampoco dicen nada... ¿Me estoy convirtiendo (involuntariamente) en una especie de portavoz de algo o de "alguien"? De alguna forma, eso espero.
En breve, se cierra el telón. Ya que de lo que no se puede hablar, mejor no decir nada (7)*.
* "Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen".
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