E-mail: balzuel@gmail.com
He tenido que fracasar tanto y tantas veces para darme cuenta de algo muy trascendente: que hasta yo he llegado a sentir -¡yo, que no he conseguido nada de lo que me he propuesto!- que la meta a la que me he dedicado en cuerpo y alma, durante los últimos catorce años de mi vida, era una culminación; algo absoluto y definitivo. Estaba equivocado: todos lo estamos. O lo estáis, estimados colegas, funcionarios de carrera y eméritos... tanto como yo, si no más (lo que quiero decir es que vuestra equivocación es más trascendental, e implica aun mayor responsabilidad que la mía).
Yo aun no veo la vida (no la veré nunca, probablemente) desde esa perspectiva: sólo trato de ponerme en el lugar de toda la gente con la que trabajo; del de ésos a los que conozco bien y hasta aprecio o quiero. De algún modo, soy igual que ellos; muchos así lo me lo manifiestan... No tienen porque ser hipócritas conmigo, y tampoco es forzoso que alguien como yo, cualquiera que ejerza el mismo trabajo que ellos -y con una profesionalidad homologable a la suya-, haya de ser visto con recelo, displicencia o condescendencia...
Ésa es la realidad más "pragmática"... Lo es, mientras se nos permita ejercer con continuidad y dignamente; pero a nadie se le escapan las diferencias "espirituales" que nos separan: entre ellos y los trabajadores eventuales e interinos se da un salto semejante al que separa lo relativo o coyuntural del Absoluto y lo Eterno.
Piénsese, por ejemplo, en la importancia que damos al dinero: ellos, para empezar, se podrían permitir el lujo de "despreciarlo" y de subestimarlo, por así decirlo; lo cual hacen, a veces. Pero todos entendemos que ése es un sentimiento llevadero y de escaso mérito, cuando sabes que nunca -ya sean muchos o pocos- se te van a negar los ingresos... Lo cierto es que cuando ese "pre€iado bien" empieza a escasear (o a amenazar con su inminente escasez), te das cuenta, al fin, de cómo has tendido a olvidar las cosas que realmente valen la pena... Puede que me esté enrollando...
Lo que quiero decir es que ahora a ellos también les debería tocar darse cuenta (a ellos, más que a nadie) de lo mucho que nos necesitan a los "trabajadores eventuales": ¡eso para empezar!... Y de la importancia de no dar nada, en su trabajo o en su vida, por descontado; ¡ni siquiera ellos!... Deberían reparar en los años transcurridos en una cierta u obvia pasividad; incluso, en complicidades con un rodillo implacable, que los ha "obligado" a conformarse, a acomodarse satisfechos con el "statu quo"; a mirar -a veces- hacia otro lado ("Entiéndeme, querido: ¡que éstos no han sacado una oposición como yo, y por algo será!").
Ésta es la clase de idea que, en esencia, he planteado ya en alguna "entrada" de este pandemonio; recientemente, sobre todo, en ésta. Escribía hace poco a una colega, también interina:
Sin embargo, en la mayoría de los casos y circunstancias, las "fórmulas" preestablecidas, las imposiciones, los esquemas, las leyes, nos lo ponen todo muy fácil: son de sencilla e inmediata aplicación, y nos proporcionan perfectas coartadas, en caso de (¡oh, cuánto lo siento!) no haber estado muy acertados... Por cierto: todo profesor es un "político", que toma cada día decisiones que afectan a sus alumnos. Por lo general, eso sí, solemos argumentar nuestras conclusiones, y las respaldamos con pruebas y observaciones (tan objetivas como sea posible) que duran algo más de dos o tres jornadas; ¿estamos de acuerdo?...
Supongo que una de las "llagas" a las que acerco mi dedo ahora es a la herida supurante del esquema (asimilado, admitido, a falta de nada mejor) de "Ingreso en la Función Pública Docente". No es la primera vez que lo hago, lo sé, ¡válgame Dios!... Pero es que no debo ni puedo renunciar a mi "yo público", a mi entidad POLÍTICA; no tengo porque renunciar a las cosas en las que creo y que me afectan (gravemente, como en este caso). ¡Es mi DEBER!: en mi precariedad, lo es; pero también debería serlo en la seguridad, en el entorno ideal del reconocimiento oficial y profesional. Lamentablemente, ese entorno suele "relajar" a las personas; tiende a convertirlas en "olvidadizas", conformistas o, incluso, despectivas con los... ¿fracasados?.
Sea como sea: en tiempos tan ingratos y duros como los que vivimos -y aun se avecinan-, se deberían reconsiderar multitud de factores, posturas, apuestas ideológicas, elementos muertos o gangrenados a los que, no obstante, nos hemos acostumbrado. Pero esa pelota está, sobre todo, en el tejado de los que estáis ya dentro: de los que lo estáis del todo y con todas las consecuencias.
¿Qué estáis dispuestos a hacer por vuestros PERFECTAMENTE CAPACES Y COMPETENTES colegas interinos, con años, lustros, décadas de docencia a sus espaldas?... ¿Los seguiréis machacando -sí, como a mí-, humillando, aplastando, ignorando, apartando, difamando, incluso?; o "mejor" (¡más tranquilizador!): ¿les seguiréis dando palmaditas en la espalda, mientras os hacen más amena y fácil la vida, con sus idas y venidas?... Buena pregunta, pertinente pregunta. Al menos, para decenas, como yo, lo es. Pero sé que no obtendré respuesta (eso lo he contrastado ya de forma personal: por métodos objetivos y fiables, que no voy a desvelar). Y es que su respuesta la tendré en... ¿dos, cuatro, seis años?... ¿Nunca?... Y probablemente sea la misma de siempre:
- "No, Carlos, querido: no estás preparado para ser uno de los nuestros; no de los que sacamos, en limpia pugna, unas oposiciones... Tú, Carlos, querido, tan sólo nos has demostrado, un par de veces o cinco, que sabes bastantes cosas; que has estudiado, no te lo vamos a negar... pero te falta lo otro, ese "je ne sais quoi", lo inefable" ... ¡Y, en efecto, lo debe ser!: aun nadie me lo ha sabido (o querido) explicar del todo.
En todo caso, empezaba diciendo en esta entrada, que estamos en un proceso de transición, de precarización (yo lo llamo cutrificación), de agresión, de duda, de desconcierto: más nos valdría dejar la mezquindad a un lado (corporativa y hasta "clasista") y aprender a ver nuestra profesión como un conjunto del que TODOS formamos parte: incluidos, sí, los "quemados", los "protestones", ¡que hasta parece que lideran su propio "sindicato"!, y que tanto os dan la paliza a los que ya os habéis ganado la merecida gloria.
Alguno de nosotros caerá por el camino... ¿Qué vais a hacer al respecto?: ¿nos daréis "santa sepultura"?; ¿evitaréis nuestra mirada cuando, casualmente, nos reencontremos?... ¿O nos preguntaréis por la salud de la familia, tirando, gracias?... Parte de lo que nos pase es responsabilidad vuestra: y parte de las consecuencias de nuestra probable ruina y fracaso -en un sentido irrevocable, para ambos términos- es una porción de vuestro propio fracaso y deterioro. No lo olvidéis. Porque NADA DE ESTO HA TERMINADO AUN (y menos con un día de huelga).