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El tigre es ecológico: se deshace de sus colaboradores díscolos en sacrificio ritual, los despieza, los desuella y se los come. Luego esparce, en lugares discretos, los pocos restos que quedan. Las ventajas de este coherente comportamiento saltan a la vista: los gastos son mínimos, se aprovecha el producto de la matanza y no hay que pagar posteriores pensiones, gastos médicos, indemnizaciones, entierros, abogados, herencias... Toda la burocracia se elimina y el beneficio es absoluto.
Los ciudadanos con derechos (normalmente decentes; algunos nos llamarían idiotas o, simplemente, cobardes) somos, sin embargo, un incordio: primero el Estado y toda la sociedad, en su conjunto, se gasta una cantidad enorme en atenciones médicas (¡ya antes incluso de que lleguemos a este mundo!), manutención y vestimenta; en esmerada educación, becas, subvenciones y ocio. Luego nos proporciona (más o menos) un medio de vida, el cual, normalmente, debe estar vinculado, de forma coherente, con la esmerada y larga formación previamente recibida.
Si enfermamos, la sociedad nos atiende y nos proporciona el diagnóstico, el tratamiento y la medicación precisos. Se preocupa, además, por la cultura de su pueblo y por ir algo más allá de las más básicas miserias y necesidades del cuerpo físico. Es nuestro padre y es nuestra madre el Buen Estado... Pero todo esto es MUY ONEROSO. Se conoce que ya no les llega para todos a estos "padres". Sin embargo, llevan años invitando a formar parte de nuestra familia a cientos de miles y hasta a millones de nuevos "hijos". Lo bueno de éstos es que se conforman con poco... todavía. Pero lo mejor de ellos es que han proporcionado a nuestros "padres" una magnífica fuente de fuerza bruta, domada y conforme de antemano.
En fin: sea como sea, lo cierto es que este "tren de vida" se está evidenciando como inviable, insostenible. Por lo tanto, dicen nuestros angustiados "padres" que es preciso rebajar las expectativas, los sueldos, las prestaciones, su calidad y su cantidad: la calidad de vida, en resumen, se considera ya un lujo y una inmoralidad... Los sueños y las esperanzas también están de rebajas; y nos aseguran, ceñudos, que todo ello es por nuestro propio bien (y por el de nuestros hijos... y el de nuestros nuevos hermanos, por supuesto, a quienes nadie parece querer mencionar, por alguna razón).
El tigre se libra del que sobra y se alimenta de él. El Estado Moderno (o pos-moderno) finge atenderlo, incluso en el desamparo más absoluto: lo hace con pocas y menguantes cuotas, pero ¡en la suma de tantas escaseces está su ruina!... El Estado Moderno no sabe cómo hacer para que sus hijos más despabilados y cualificados (¡ni siquiera éstos!) generen algún tipo de beneficio para el conjunto de la sociedad (que, a su vez, nos daría más de aquéllos, para hacer brotar nuevas riquezas, y así empezar el ciclo de nuevo); sociedad ésta de vista corta, que ya ha decidido el desahucio de un número enorme de sus hijos: los más jóvenes, fuertes, sanos, cultos, educados, formados, diestros y decentes. Todo ese potencial es ahora una pesada carga, un mamotreto, un incordio. Les recomienda que emigren (mientras mantiene, por cierto, las puertas abiertas para los "nuevos hermanos"), que se "reciclen", que se conformen... ¡que se jodan!...
Si la edad de los "fardos sociales" supera los cuarenta, entonces el desahucio se puede considerar definitivo: pero este "tigre" no se come nada... La situación es absurda, pues los "fardos" sobre-cualificados y con más experiencia no pueden dar nada a una sociedad que les niega todo; con lo que la sociedad, por la simple existencia y presencia de los "fardos", se empobrece y decae. El círculo vicioso no parece tener fin. Pero este "tigre" no se libra de ninguno: es demasiado "caritativo"... ¡A no ser!... A no ser que espere el final masivo de los sobrantes por suicidio, enfermedad pandémica, miseria endémica o desesperación bélica. Las opciones parecen sólo esdrújulas, como el pánico...
Este tigre enfermo y prudente no tiene los huevos necesarios para despedazarnos a todos y esparcir nuestros restos por el fango, que así servirían, al menos, como abono. En su defecto, se conforma con asegurarnos que están haciendo todo lo que está en sus manos y que en "otra vida posterior" todo irá a mejor... una vida que, se conoce, no es ésta ni en este cochino mundo, que ni nos mata ni nos come: sólo nos deja agonizar, engañados por algo llamado "esperanza".
¿Sabéis?: yo os maldigo; y lo hago en el nombre de mi hija... Somos millones: algún día no podréis dormir con el rumor atronador de tanta indignación y tanta ira. Cuidaos, si es que no sóis capaces de enderezar la desesperación y la ruina; cuidaos, si no sois capaces de refrenar vuestra arrogancia y vuestra codicia. Cuidaos (y cuidémonos todos de nuestras propias debilidades y mezquindades; de nuestra insolidaridad y apatía conformista).
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