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No sé si han llegado a sorprender -¡a estas alturas!- mis últimos arranques de "ira", mi indignación desatada. Para algunos será desproporcionada; para otros, injustificada; para la mayoría, indiferente, inútil... ¿Una fase más en la crónica de un hundimiento?... Ahora os confieso que me he despachado la siesta en ejercicio masoquista: ¡escuchando a los próceres sus debates de la "Nación"!... Puede que en el subconsciente se me haya depositado parte de sus arengas, de sus "recetas", de sus muchos reproches, de sus "lecturas literales", de su inteligencia, en suma; lo cual me reconforta y anima, pues, con semejante tratamiento de "shock", no descarto verme insuflado por sus ínfulas, inspirado por sus talentos e ideas en un día semejante (y Dios mediante) a ése del que pronto "celebraré" aniversario: en San Fermín, para más señas, Santo para mí tan propicio y tan "caro", en un doble sentido del término (lo que no es de extrañar, pues me juré a mí mismo no acudir a sus festejos pamplonicas mientras me lata una gota de sangre en las venas). Por tanto, con este "entrenamiento", ¡¡una plaza de "funci de carre" DEBE SER MÍA!!...
El caso es que, en tan desaforado lance, me acudió a la mente una idea ya clásica, casi recurrente: la de la "auto-amortización" de España. Es la que subyace a toda una "filosofía" que nos corrompe y arruina: consiste en deshacer lo valioso; en descartar lo probado; en buscar afuera lo que hay (o debería haber: con sólo buscar un poco) entre nosotros; en apoyar (o, siquiera, darle "cancha") al que nos "quiere mal"; en aplicar fórmulas fracasadas, una y otra vez, sólo porque son las "nuestras" (a veces, por lo contrario); en perpetuar lo inútil; en diluir esfuerzos; en ir pasando esa "pelota" del fracaso endémico de generación en generación (¡qué ilusos, que nos creímos que los extranjeros, por millones, nos salvarían de la maldición, cuando basta con pisar esta tierra para contagiarse de ella!).
Y todo esto tan negro lo menciono a propósito del "proyecto": ved lo significativo de sus fórmulas... ¡Ni una palabra sobre nosotros!, ¡ni una mención a nuestra singular y anormal coyuntura!*. Que, en efecto, de eso se trata, pues todas nuestras vidas se estancan en una mera "coyuntura": sin proyectos, sin crecimiento, sin planes, sin horizonte, sin esperanza, con apenas el lastre de sentimientos negativos, como son la resignación y el hastío; en un fracaso personal, sí, pero TAMBIÉN colectivo. ¡Nada se columbra sobre una posible fórmula que reconozca REALMENTE nuestra experiencia y nuestra dedicación!; o nuestra capacidad REAL (un día mencioné ese concepto -el de funcionario de carrera- que, implícitamente, nos subsume a nosotros en un limbo amorfo, eternamente provisional).
No estoy hablando de unos "puntitos", o cosas por el estilo, que ya sabemos para qué sirven, cuando se nos aplasta en las encerronas como a cucarachas... No de lo mismo de siempre, ¡por favor!... Y por cierto: es MUY SIGNIFICATIVA la fórmula del "ante-proyecto"... Veréis: cuantos más años en ejercicio, más merma en el "premio" graciosamente concedido, ¡pues los puntos decrecen!... Lo que os decía: es tanta su transparencia que asusta.
Yo os acuso, sin embargo: ¡NOS LO MERECEMOS!. Y es así porque no somos, porque no existimos, porque no nos hacemos ver... Nuestro concepto se desvirtúa en una entelequia que se concibe (y se acepta) a sí misma: la idea de un fracasado recurrente -quien, simplemente, logra lo que se merece- es la que prevalece... ¡incluso en nuestras mentes!. Es por ello que nos cuesta dar un paso adelante y decir ¡basta!...
Desde luego, si a la Administración le impulsase algún día, de una buena vez, la noble y conveniente idea de comprobar (y de reconocer, por supuesto) la solidez, experiencia y profesionalidad de muchos de sus empleados "provisionales", tal vez descubriría que algunas costosas, largas y complejas pruebas de oposición se podrían obviar: a todos nos ahorraría gran cantidad de recursos, de tiempo, de sufrimiento y de esfuerzos baldíos, sin sentido. En todo caso, un mecanismo de renovación y de promoción interna más sencillo (y más o menos automático) sería más justo, menos traumático, más rápido... Sólo los empleados que -sometidos periódicamente a controles rutinarios, razonables y eficientes- hicieran patente su in-aptitud (lo que no debería suceder, si hubieren accedido, en su momento, a la función pública "interina" por medio de una oposición correctamente planteada, convocadas éstas de forma regular, claro está; aun con menor frecuencia), podrían verse sometidos a pruebas más exigentes, a fases de "reciclado" forzosas (y con retribuciones reducidas)... y hasta privados de su derecho al empleo público, si fuesen incapaces de satisfacer -tales funcionarios "en pruebas"- las más mínimas capacidades, aptitudes y exigencias, de manera reiterada.
Pero, claro: cavilar, modificar, remodelar, optimizar, evolucionar, PENSAR... en el BIEN COMÚN, en crecer (desde dentro y hacia el futuro, potenciando el presente)... Todo eso requiere MUCHO esfuerzo, valentía, originalidad, sensatez, "pensamiento lateral" (amplitud de miras, en castellano de toda la vida) y UN ACUSADO SENTIDO DE LA JUSTICIA y de la LÓGICA; que, como ya he dicho tantas veces y ahora reitero, deben ir de la mano.
Por último, menciono ahora (supongo que habrá más oportunidades para "glosarlo") ésa que yo denomino "Fase de Tortura", que es posterior a la de "oposición" y a la de "pruebas": es la "gran aportación" de este anteproyecto... ¡SUBLIME! (es poco).
* Algunos dirán que "con un canto en los dientes nos demos", ya que el verdadero e inconfesable deseo de tantos políticos y administradores es el de "limpiarnos"; al menos, al mayor número posible de entre los nuestros...
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