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Excelentísimo Señor:
Disculpe por la demora, pero algunos asuntos de esta vida plebeya, que uno procura llevar con la mayor dignidad posible, me han estado ocupando en estos primeros días frenéticos de "asueto" (recordará usted que quien le escribe es aun un profesor de Secundaria).
No sé si lograré una continuidad con ésa que, antes de estas líneas, denominé "primera parte": me va a resultar difícil enlazar con la corriente de esos pensamientos concretos, aunque lo que nos acucia estos días es casi lo mismo; una sola y triste cosa... Recordará, por cierto, que le he puesto al tanto de mis limitaciones, flagrantes y palmarias, de gris y mediocre ciudadano: por tanto, no debe extrañarnos tanta duda, tanta indecisión; ni la obvia ausencia de claridad en las ideas...
Me quiero centrar, no obstante... Verá: antes de nada, le quiero contar que, por este curso, parece que me "salvo". Es una buena noticia: asumo que usted -a quien no debo considerar un desalmado- se alegra, y supongo que me ha tenido presente en sus oraciones. Se lo agradezco... Pero no quisiera obviar el delicado matiz que la construcción adverbial "por este curso" (muy parecida a "de momento") implica. Creo que ahí es donde radica el meollo del asunto.
Como buen y sensato funcionario de carrera que es, usted me animará a perseverar y a estudiar más; y me transmitirá, asimismo, su ánimo y la genuina confianza en que un servidor, con esfuerzo y coherencia, culmine la lucha con éxito... ¡algún día!... El problema, Señor Presidente (y éste es uno de los asuntos claves que me anima a interpelarlo), es que esa lucha se nos hace, a miles y hasta a decenas de miles, cada vez más inasequible (en un estilo y sentido casi "kafkianos" de lo inasequible, entiéndame); y que he venido observando (ya soy un verdadero "experto", a mi pesar: siete oposiciones, recuerde) demasiadas incoherencias, deficiencias, arbitrariedades, defectos intrínsecos y "endémicos" en los procesos de selección, así como en los criterios que en ellos se aplican... Los cuales, al parecer, ninguno de ustedes -¡NADIE!- está dispuesto a revisar, a reconsiderar.
El caso es que, con tantos elementos "aleatorios" en juego (nunca mejor dicho), a mí ya me resulta imposible afrontar, con esperanza y fuerza suficientes, algo que debería ser mucho más que una inmensa "timba" en la que nunca parecen tocarme unas buenas cartas (perdone por la vulgaridad, pero ésa es la impresión que a menudo obtengo).
No sería de buenos nacidos desagradecer los ánimos y hasta la retórica con que se adornan la "confianza" o la "esperanza": tal vez sólo sea retórica, pero es mejor que ser aplastado, claro. Lo malo, Señor Presidente, es que ya se está poniendo en práctica el "aplastamiento"... Es más sutil que el mero despanzurramiento, y no parece tan sangriento; pero ya he tenido la oportunidad de ver los efectos en algunos de los caídos... En concreto, padres de familia como usted (de su edad, más o menos), temblando de angustia, lívidos y con su mirada perdida: enfrentados a la "esperanzada" perspectiva de cobrar, por una media plaza de vacante, hasta el 65% de lo que han estado ganando a lo largo de una década o más... ¡Unos perfectos egoístas, insolidarios, irresponsables!, ¿no es cierto, Señor Presidente?... Deberían estar agradecidos, ¿a que sí?... ¡Pues ni le cuento el aspecto de los que lo pierden todo!... Y a propósito: ¿se le ha ocurrido a alguno de ustedes sugerir a los Señores Banqueros -con una "sugerencia" por Decreto Ley- que empiecen a cobrar a esas familias un 35% menos en sus hipotecas?... ¡Eso no!, ¿verdad?...
Como ya creo haberle anunciado, puede que esta vez me salve el idioma de los pérfidos británicos... Lo aprendí ya mayorcito, "por libre" y a lo bestia. ¡Uno de los pocos aciertos en mi vida!: quedarme en Irlanda tras uno de mis muchos "naufragios"... Le transcribo ahora unas frases que le escribí a una colega (de carrera) que me aprecia:
Me gustaría, en efecto, estar escribiéndole a usted y al mundo otras cosas, muy diferentes... Haga algo al respecto, para que ciertas "REFORMAS" de nuestras reglas de juego lo empiecen a hacer posible. De corazón y con humildad se lo pido.
Carlos A. Torres Velasco (Profesor Interino "Emérito" de Dibujo)
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