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Día de Navidad, 2010: casi en el último suspiro de un año más colmado de triunfos. La selección de fútbol había ganado, por fin, un Mundial y, por algo más prolongado que un mero instante, había llegado a creer que uno también era de Dios, ¡amén!, como se decía antiguamente (desde luego, mis amigos, mis más allegados colegas, sí recibirían el nihil obstat; todos ellos). No, no estoy hablando de una repentina conversión ni de nada parecido... En todo caso, ya sabéis la mayoría en qué había terminado mi enésimo "asalto a los cielos": wishful thinking, indeed!... Claro que, a esas alturas del año, improvisar una creencia ciega en mi "buena estrella" habría sido casi un ejercicio de sutil y retorcido masoquismo.
Fuera como fuese, lo importante en ese momento "crucial" era confiar en mis posibilidades: en mi energía positiva y en poder encontrar en el juego un pequeñíííííísimo rescoldo de auto-estima; de esperanza, concepto alienígeno que casi me atrevo a mencionar con una cierta... ¿rotundidad?... No había sido lo habitual a lo largo de mi detestable carrera de "tahúr", ni mucho menos, pero una especie de ansia "religiosa", en ese momento y lugar, me inclinaba a EXIGIRLE al Destino una COMPENSACIÓN: algo ridículo, inútil e insignificante, pero también balsámico y poético... ¡Una señal!... En efecto, me la envió. Y lo hizo en el día de Navidad, ¡loado sea el Señor!...
Tres generaciones, tres mujeres (incluída mi hija): cuatro colores, cuatro cubiletes, cuatro dados; una cruz griega y numerosas casillas rectangulares y numeradas... Las tiradas comienzan, los "cincos" se resisten: en realidad, no a mí, y la cosa empieza bastante bien; y pronto (no me quejo). Poco a poco, sin embargo, me voy dando cuenta de las "intenciones" reales del Destino; de ese viejo cachondo, obsceno cabrón, jugador ventajista y cruel. Lo cierto es que llega un punto en que me adelanto a todos sus "movimientos": que estoy, por ejemplo, a cuatro pasos de mi perseguidora, a mitad de camino (o peor aun: a punto de adentrarme en zona segura)... ¡entonces ella, sin duda, sacará un cuatro de su ruidoso y agitado cubilete!... ¡Y allá va!... Creo que, a lo largo del juego, llego a acertar más del ochenta por ciento de sus jugadas: las del Destino, claro; ese viejo cachondo, cabrón, ventajista obsceno y cruel...
Os lo podréis creer o no, pero al terminar mi hija su triunfal partida, tres de mis cuatro piezas estaban aun en casa; con sólo una de ellas apenas recién asomada al juego... ¡de nuevo! Puede que me comiesen nueve, diez veces las fichas; o puede que me quede corto...
¡Una bobada!, por supuesto; pero no puedo evitar recordar esa "encerrona" de 2006, con tres números, tres posibilidades, quince Unidades Didácticas: uno de los Temas no lo había preparado (¡y que nadie me someta ahora a duras admoniciones, que yo sé de más de un funcionario de carrera con una potra que no es normal!, ¿eh, mis queridos amigos?); otra de las Unidades era una de esas de "relleno" (imposible lucirse); y la última... ¡correspondía a LOS MISMOS CONTENIDOS DE MI EXAMEN ESCRITO! (en el que obtuve un 7´5, por cierto, segunda mejor nota de ese año. Tema 35)... Por alguna razón (y tampoco creo que yo estuviera brillante en esa primeriza experiencia: sin referencias, sin preparación adecuada ni consejo específico y sabio), a los miembros y miembras del Tribunal mi redundante elección (?) no les gustó; al parecer...
Y son éstas las ilustraciones cuasi-perfectas de la historia de mi vida... ¡Pero no, no os compadezcáis de mí! (no es mi intención provocar tan tristes sentimientos): téngase en cuenta que tengo salud (aun), que quiero y soy querido, que no me faltan el trabajo y la dignidad que conlleva (algo MUY valioso en estos tiempos), y que muchas cosas que yo albergo DENTRO me enriquecen y llenan de satisfacción, aunque algunos sean tan miopes que apenas las atisben... Lamentablemente, algunos de esos "cortos de vista" (que carecen del tiempo, de las herramientas y de la VOLUNTAD para entender que esa riqueza yo la comparto y la reparto; y que esto lo llevo haciendo diez años) deciden y decidirán sobre mi futuro y mi vida entera. Yo me he resistido a su influencia, a su atroz peso; pero puede que un día, sin apenas darme cuenta, ya casi sin fuerzas para plantarles cara, consigan arrebatarme mi salud, mi amor, mi espíritu, mi vida interior y mis últimos residuos de auto-estima... No sé si ese día, reseco y hastiado, sería capaz de encontrar un sentido a todo: bien fuere en lo lógico o bien en lo sublime... Ante la estupidez y el absurdo sólo nos queda la trascendencia.
Gracias por soportarme. Y ahora un video, para aliviar las angustias: "Even the Losers (Get Lucky Sometimes)", Tom Petty. Enjoy it!
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