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La "democracia real" es deseable. Lo que me parece extraño (e incluso sospechoso) es que se identifique -ideológica y hasta visualmente- esa presunta y más verdadera democracia con los mismos sesgos e ideas que sostienen y proclaman los movimientos más "progresistas" de Occidente; que no son sino una forma de neo-religión laica, con sus propios popes, "sacerdotes", rituales y aspiraciones fundamentalistas de paz y amor universales. Todo muy encomiable, pero que obvia (o peor: desprecia) ideas, posturas ético-sociales y reivindicaciones bastante menos idealistas, más pragmáticas y no tan... ¿solidarias?... Es grave, asimismo, y pecado de ingenuidad, que ignoren a alguno de sus numerosos enemigos (o que se nieguen a considerarlos como tales).
Una democracia real debería ofrecer a los ciudadanos la posibilidad de pronunciarnos sobre la gestión de cuestiones tan importantes y decisivas -pero no ya a "toro pasado", en una praxis política traicionera, basada en hechos consumados- como son el control de la inmigración, o el Código Penal, o la Ley Electoral, o el modelo de Estado, o las relaciones de la mayoría con las minorías (nacionalistas, p. ej.), o la estructura laboral y económico-productiva, o la planificación de infraestructuras, o la política energética a medio-largo plazo, o el sistema educativo, o el de acceso a la función pública (barriendo para casa)... Creo que no todos los que ansían un cambio (¡ojo!: RADICAL) se identifican con esas "grandes ideas maximalistas", sino con la gestión sensata y AUTÉNTICAMENTE PARTICIPATIVA (¿¡qué fue de los referendos!?) de una DEMOCRACIA (CO)RESPONSABLE. ¿Cuándo se escucharán, por fin, estas voces, realmente mayoritarias? ¿En qué o por qué se han diluido o acomodado?...
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