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Para importancia, la que esto tiene: no lo hubiese debido olvidar, pero lo hice: imperdonable... Se trata del dibujo que mi hija me dedicó el día de mi cumpleaños, que, como algunos ya sabéis, "celebraba" este año, recién terminado (uno más), sólo dos días después de haberme congratulado por la bendición de estar vivo para sentir, en un entorno ideal de "alto contraste", como hasta la última pieza de mi alma se venía abajo: muy "real", muy humano, muy enriquecedor, muy estimulante, sin duda... Pero, como ya he dicho en más de una ocasión: si sobrevives a eso siete veces (o a un campo de concentración, o a una batalla como la de Stalingrado... ¡y espero que me perdonen la frivola ironía los que realmente han sufrido el HORROR en sus carnes!), entonces puedes estar seguro de resistir los envites de casi cualquier monstruo. Pero no os voy a castigar más con la insistencia sobre simples obviedades: centrémonos en EL DIBUJO de mi hija... Incluyo el título, al reverso del mismo. Creo, a propósito, que, a pesar de la tendencia adolescente e innata de ella a ciertos extremos, con su uso esmerado de los conceptos y de las palabras, expresa sin intermediarios la clase de "damnificación", de "colateralidad" y de AGRAVANTE que en este asunto muy pocos se paran a analizar... ¡Y mejor así, porque, de lo contrario, tendrían que replantearse tantos dilemas humanos y éticos!...
Ahora, con vuestro permiso, me pongo a "currar", que tengo que averiguar la forma en que se remontan ocho puntos; y la manera de superar el "seís" al que parezco estar abonado, últimamente, en las pruebas escritas... De lo contrario, a pesar de mis muchas virtudes y cualidades (ya sabéis: lo último que se pierde es la esperanza y bla, bla, bla), la gente va a pensar que soy un perezoso acomodado y un profesor malo de solemnidad, de esos que se colaron un día, como de tapadillo, por una rendija del Sistema. ¡Y claro, no es plan!... Un abrazo a todos. Incluso a los que callan... y otorgan.
Y el título...
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