NOTA: Esta entrada también se publicará, simultáneamente, en ÓFISIS.
Hace unos meses se decía en el Diario Oficial del Reino –más
conocido como TD, en TVE-, casi como si tal cosa, que unos ciudadanos, más bien procedentes de más allá del sur del Sáhara (de raza negra,
vaya), habían irrumpido hacia este lado de la verja, en nuestro territorio, a
la altura de Melilla. Si no fuera bastante con esa permanente sensación que
tiene uno de tener que estar pidiendo disculpas, siempre y a todo el mundo, por
un motivo u otro –si es de allá, por lo que les invadimos o porque ellos dicen
que lo hicimos; si es de acá, por casi idénticos motivos-, ahora parece que los
que nos invaden -por la fuerza, como en justa y poética reciprocidad (?)- ya
son reconocidos, de forma implícita y hasta explícita, como ciudadanos; nada menos. ¡Del mundo, digo
yo!... Aunque, ¿qué país amalgama, con más ambición y generosidad que España,
esa idílica aspiración de la Humanidad toda, a un mundo paradisíaco, colmado de
ciudadanos y éstos de derechos, sin fronteras, sin enfermedades, sin pobres,
sin indolentes, sin oportunistas, sin malos, sin mafias, sin contrabandistas
(incluso de gente), sin ladrones miserables, sin ladrones ricos?...
Viene a cuento esto de algo distinto, pero que, en el fondo,
es lo mismo: la manipulación sutil del lenguaje en los medios de comunicación.
La verdad es que todo tiene su raíz en el absurdo descomunal de todo un
Continente empantanado y claudicado frente a la miseria rampante, triunfante,
implacable... Se les ve a los de la élite política europea (¡ellos sí que se
encontraron en el lugar adecuado en el momento oportuno!) empeñados en cuadrar
el círculo. Así, nos quieren “recomendar” ahora la receta de posponer las jubilaciones -¡jamás se corromperá tanto
una etimología, ni se manipulará de manera más cínica!-, ya que se ha de
adaptar el “premio” y el “júbilo” a la esperanza
de vida… ¡Esto lo dicen sin inmutarse, al tiempo que hacen todo lo posible
por mermar, hasta niveles pre-industriales, dicha esperanza!. Por no hablar del
rictus doloroso que se nos pone a la gente decente de este país al hablar de
jubilaciones, con casi un 30% de desempleo pandémico… Y para trazar las líneas
maestras de esta decadencia, han desmantelado (no del todo aun, pero están en
ello) los Estados ex-soberanos, sin que se hayan tomado la molestia de concebir
un ente supranacional sustituto que vele por los intereses de la mayoría, y no
por los de las ya mencionadas élites… ¿No sería ésta sino la verdadera
expresión de la Democracia, del bienestar, de la raída bandera de los derechos
humanos en Europa?... Me temo que los hemos querido “compartir” tanto y con
tantos al mismo tiempo, que ya no queda suficiente para nadie. ¿Idealismo
romántico o estupidez?... ¿Legítima aspiración o sutil voladura controlada de
toda una tradición y modo de vida?... ¿Quién sale ganando con todo este
horror?...
La verdad es que a esos políticos los veo, más bien, como a
aquellos judíos “colaboracionistas” (siempre habrá clases), encargados de
sobrevivir, mejor que la masa aniquilada, en puestos intermedios de confianza. Los verdaderos genocidas son
otros; y son peores que aquéllos de la esvástica, quienes, al menos, tuvieron
la “gallardía” de dar la cara y de hacerse bien reconocibles (por desgracia).
Éstos de hoy son invisibles, “interculturales”, refinados y “pacíficos”; están
lejos y –se lo aseguro- les trae sin cuidado a qué edad nos jubilemos, o si
tendremos trabajo o pensión, llegado el momento (ellos ya han CALCULADO que NO,
claro está); o si a nuestros hijos les podremos educar y proporcionar la
esperanza de un mundo mejor… Seamos claros: estos que nos “gobiernan” están
planificando una “depuración”, la paulatina aniquilación de millones de
“excedentes”. Por ello recibirán un premio, el cual consistirá en sobrevivir
(¿tal vez?) al proceso.
Ahora piensen en la importancia del adverbio: en lo decisivo
de la frase “ya somos en España 44 millones”; o 47, no sé… Una vez más, en el
TD. Pero a mí se me ocurre que el adverbio adecuado habría sido TODAVÍA... ¡Y
que se dejen de tapujos, de disimulos, de subterfugios¡, ¡farsantes,
tramposos!...
Así pues, tal como estamos, en el “ya” o en el “todavía”, uno se pregunta si la homologación forzosa
de los españoles con los que saltan nuestros ruinosos límites (en más
de un sentido, lo hacen) no será, más que un lapsus “subliminal”, una
idea presente en la agenda oculta de los que ya nos dan, a la mayoría,
por desahuciables; y nos ponen, así, al nivel del polvo y la mugre de
los que sobreviven y merodean en los montes marroquíes, al amparo de
todas las pasividades: la de nuestros vecinos y la nuestra.
¡Toda una metáfora!. Mientras, debatimos callados sobre el sexo de los
ángeles, enmudecidos por un silencio sepulcral de millones de corderos.
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