Una réplica a alguien que me ha definido como "apocalíptico pesimista, envidioso y resentido" (y no creo que sea un caso excepcional)...
Un “log” es un cuaderno de bitácora; y tal cuaderno es un diario. Llevo dos años ya escribiendo sobre el “apocalipsis”. Me temo que la mayoría prefiere no leer lo que escribo. Y más me temo aun que la mayoría de la gente, simplemente, no sabe leer (y, por supuesto, no sólo me refiero a juntar letras y sílabas; que si la “pe” con la “a”, “pa”).
Una de las cosas que se pueden leer en mi blog (dando por descontado que se tenga la capacidad, el interés y la valentía de hacerlo) es una Programación Didáctica, que he entregado al “dominio público”, y que, si alguien no sabe lo que es, se trata de un documento técnico (y también muy burocrático) que solemos elaborar y utilizar los profesores en nuestro trabajo. Es una guía, pero también -las más de las veces- una bienintencionada “declaración de intenciones” (valga la redundancia), que apenas se llega a culminar ni en el 50% de los casos.
Esa Programación, en concreto, es una de las varias que un servidor ha elaborado para poder aspirar a afianzar y culminar, de una buena vez, lo que ejerce y es ya –de hecho- desde hace una década: profesor de Educación Secundaria. Esa Programación, en concreto, le llevó a un servidor en torno a medio año, a tiempo casi completo (madrugadas y fines de semana incluidos). Esa Programación y su autor, en concreto, fueron pisoteados, humillados, denigrados, vejados y degradados con una calificación que un servidor no le asesta ni a los peores de entre sus alumnos: 1´8 (sobre 10).
Es sólo un ejemplo; una de las muchas cosas que “aireo” y muestro. Creo que es significativo; que es interesante; que es MUY honesto… No creo que en este país, de fingidos y tibios, casi nadie se atreva a hacer cosas ni parecidas… Veréis: desde los seis años no he dejado de estudiar. Tengo cuarenta y seis, así que las cuentas salen con facilidad… Aun no se me ha “reconocido” el esfuerzo. En cualquier otro país “normal” (uno de ésos de nuestro entorno, como les gusta llamarlos a nuestros políticos), yo ya estaría tranquilo; profesionalmente, estabilizado. Por supuesto, no soy, ni mucho menos, el único; ni el ejemplo más lamentable o sangrante. Pero eso sí: soy, tal vez, de los pocos que se atreven a dar la cara, así como a exponer la hipótesis esencial de la corresponsabilidad social, por así decirlo, en tan lacerante asunto.
No hablo de “apocalipsis”, por lo tanto, sino de realidades tangibles, de situaciones absurdas, de vidas desperdiciadas, de afrentas comparativas, de ilusiones rotas… A lo mejor es más “guay” hablar de optimismo, de actitudes positivas y de buenrollismo global. Supongo que ésa es la doctrina que hizo posible que un montón de ilusos, millones de ellos en este país (autóctonos y de importación), se creyeran ricos y que, además, merecía la pena el esfuerzo (o que se habían ganado el derecho) de comprarse un AUDI o un BMW cada dos años; o hacer cuatro viajes al extranjero cada temporada; o adquirir una vivienda hiper-sobrevalorada en el extrarradio; o gastarse miles de euros en trapitos, coca y fiestas; o derrochar toneladas de esfuerzo y de dinero en pijadas… Os recuerdo que un servidor, mientras tanto, se privaba de casi todo, estudiaba (¡hasta siete oposiciones, siete!) y veía como, una vez tras otra, su esfuerzo y sus sacrificios NO SERVÍAN PARA NADA…
Y si los sociólogos no se han inventado ya el “índice de frustración”, concepto que les regalo (si les place), os aseguro que en eso España se lleva, como en casi todo lo negativo, la palma: un índice que dice mucho de las prioridades que se han valorado, de las energías y tiempo invertidos, de la solidez y futuro de los resultados de instituciones, empresas y ciudadanos. Podría auto-engañarme y fingir que todo ha sido un “éxito”, pero sé que no ha sido así. A estas alturas de la vida, con los escasos frutos de tanto esfuerzo (que algunos me escatiman y aun quisieran negarme); con el deber y la necesidad -aun a cuestas- de “revalidarme”, cada equis años, ante mis colegas “de carrera” y la sociedad entera; con los implícitos o explícitos reproches de ésos que opinan que yo aun no me he ganado ni mi puesto ni su respeto; con los de ésos que nos acusan a TODOS de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, y que, de hecho, nos condenan y nos castigan… (a ganar menos, a pagar más impuestos, a renunciar a derechos duramente conquistados, a lo largo de décadas… a renunciar a la propia esperanza)… Con todo eso, y con aun más miserias, que no se me diga, al menos, que no sé de lo que hablo; que nadie se atreva a darme esa lección…
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